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El autor sostiene que la conexión de las vivencias y la configuración de la conexión psíquica se desenvuelven en un proceso que va hacia delante y tiende hacia el perfeccionamiento del conocimiento, del sentir y del querer. En este movimiento el desarrollo de la sociedad juega un papel determinante, pues para nuestro autor la evolución ética se desarrolla exclusivamente mediante el progreso de la sociedad. No obstante, aunque la realización de la bondad es, en gran medida, una decisión y no un sentimiento, lo destacable de este planteamiento es que logra ver la importancia de la vida afectiva en la acción moral, pues ésta depende de los procesos éticos. Dicha conclusión nos invita a cuestionar la manera en que nuestra sociedad pretende formar la conciencia moral, pues al poner el acento en la transmisión del saber ético, descuida las aportaciones que otros sistemas culturales pueden brindar, como es el caso del arte, la religión o el derecho.